un cuerpo frágil
y pesado
volando en una
masa espesa
llevado por un hilo
-imaginario-
desde la punta
del pecho
hasta el milagro del mar
se desplaza constante
hacia la cumbre de la
tranquilidad
y baila
mejor dicho,
se deja bailar
y suelta sus brazos,
(sus frágiles y pesados brazos)
los deja libres y tocan
-tranquilos-
el cielo y el mar
lunes, 4 de mayo de 2009
Secuencia de baile
como remolinos
que cambian su eje,
tus pies no cesan
de bailar
mareados quedan los ojos
después de seguir
tus pasos
que no paran de danzar
sangrantes se ven
las almas
después de verte
bailar
recuerdame entonces,
¿por qué te comencé
a mirar?
es que tu baile,
si no mata,
hipnotiza
y tus pies
-helados, libres,
llevados-
sin embargo,
no paran de bailar.
que cambian su eje,
tus pies no cesan
de bailar
mareados quedan los ojos
después de seguir
tus pasos
que no paran de danzar
sangrantes se ven
las almas
después de verte
bailar
recuerdame entonces,
¿por qué te comencé
a mirar?
es que tu baile,
si no mata,
hipnotiza
y tus pies
-helados, libres,
llevados-
sin embargo,
no paran de bailar.
martes, 24 de marzo de 2009
Mística Natural
Un Barcelona otoñal con un cielo dorado y calles de betún. Una calle con casas de adobe, el sendero adoquinado. Una chica que se apoya en el marco de la ventana de su casa con medio cuerpo afuera, mirando cómo las hojas secas se arrastran y se frenan, se arrastran y se frenan, como quedan trabadas en los adoquines, se destraban, se elevan pulgadas, bajan, mueren.
Pasa un muchacho atento de no pisar ninguna hoja, como si fueran pequeñas criaturitas vivas, esquivando manadas de hojas secas que se levantan y se chocan en sus alpargatas.
(Una mirada, una mano extendida que invita a danzar entre la brisa templada)
Sus cuerpos se mezclan entre si, con el viento y con el sudor, se forma un clima calido, con roces. La pasión se desata entre medio del baile. Se siguen los pasos perfectamente. Como si estuviera ensayado.
Los pasos aceleran, no hay música pero siguen un ritmo. Las miradas profundas los guían, dos absolutos desconocidos, unidos por el atardecer. Se comienzan a escuchar palmas flamencas de aquellas muchachas enamoradizas que se asoman de los balcones abandonados. La conexión se acentúa, se abstraen del suelo adoquinado, se transportan a la bóveda amarillenta que reemplaza al cielo. Las palmas se oyen como latidos, internos, amortiguados por sus firmes pasos de cigarra. El sudor se mezcla, como lágrimas de pasión que se pierden entre los románticos que se acercan a apreciar ese designio de la naturaleza mística.
No hay sonido. Solo los tacos y las palmas que componen un ritmo acalorado.
viernes, 13 de febrero de 2009
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